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  • Mònica Ubalde, Carolyn Daher, Mireia Gascon, Ioar Rivas, Jordi Sunyer y Mark Nieuwenhuijsen

Efectos en la Salud y Bienestar de la Planificación Urbana en Espacios Públicos y Entornos Escolares


 

Mònica Ubalde, Carolyn Daher, Mireia Gascon, Ioar Rivas, Jordi Sunyer y Mark Nieuwenhuijsen.


ISGlobal, Barcelona Institute for Global Health, Barcelona, España.

 

Cita este artículo como: M. Ubalde, C. Daher, M. Gascon, I. Rivas, J. Sunyer y M. Nieuwenhuijsen. Efectos en la Salud y Bienestar de la Planificación Urbana en Espacios Públicos y Entornos Escolares en el libro electrónico Contaminación, Salud y Políticas Públicas coordinado por J. J. Nogueira, Respira Madrid.


Resumen


En la mayoría de ciudades el modelo urbano prioriza la movilidad en vehículo privado motorizado, reduciendo el desplazamiento a pie o bicicleta, especialmente en niñas y niños para los que hace pocas décadas suponía el medio de transporte habitual hacia la escuela. Este uso del espacio urbano impacta directamente sobre la calidad del aire, la actividad física y condiciona la salud de la población, y especialmente de la más vulnerable como la infantil y las personas mayores. Ligado a la planificación y transporte urbano, las ciudades se enfrentan a uno de los mayores retos globales del siglo XXI: el cambio climático. El efecto “isla urbana de calor”, causado por la acumulación de calor por los materiales de las edificaciones que dominan las ciudades, se espera que aumente, y con ello sus efectos adversos sobre la salud como el desarrollo cognitivo o la mortalidad prematura. La contaminación del aire y el cambio climático son fenómenos diferentes, pero estrechamente relacionados en sus orígenes, ya que muchos de los compuestos que provienen de la combustión de vehículos motorizados no sólo empeoran la calidad del aire, sino que contribuyen al cambio climático agravando el efecto invernadero.


La contaminación del aire es un grave problema de salud pública que causa más muertes que los accidentes de tráfico, y afecta especialmente al crecimiento, la función respiratoria y el desarrollo cognitivo de los niños y niñas. Más de la mitad de los contaminantes diarios que respiran los niños y niñas procede del tráfico que hay en el camino hacia la escuela y alrededor del propio entorno escolar. Garantizar un aire limpio en los entornos escolares debería ser una prioridad para los responsables de la formulación de políticas, y debería realizarse un mayor seguimiento. En consecuencia, es necesaria una planificación urbana que considere los caminos escolares, las escuelas y su entorno como espacios públicos saludables y adaptados al cambio climático - incrementando la vegetación, estructuras de agua y sombra, y priorizando el transporte activo y limitando el tráfico - ya que ofrecen una buena oportunidad de mejorar la salud y bienestar física y mental de los jóvenes y de la comunidad, promover la justicia ambientaly reducir desigualdades.



 

¿Sabías Que ...



... El entorno en que vivimos condiciona casi el 25% de nuestra salud?


... En ciudades como Barcelona y Madrid la contaminación provoca hasta 800 muertes prematuras al año, y que en Barcelona el 50% de los entornos escolares superan los límites legales de contaminación fijados por la UE?


... La mitad de los contaminantes diarios que respiran los niños y las niñas procede del tráfico que hay en el camino hacia la escuela y alrededor del propio entorno escolar?


... Las partículas más pequeñas de la contaminación son capaces de atravesar los pulmones y llegar a través del torrente sanguíneo a todos los órganos del cuerpo, incluido el cerebro, pudiendo afectar el desarrollo cognitivo de los niños y niñas?


... Se ha demostrado que, además de reducir el tráfico, tener espacios verdes con árboles a menos de 300 metros de tu casa es una buena herramienta para reducir la contaminación del aire, la temperatura y los niveles de ruido?


... Jugar en espacios naturalizados con mucha biodiversidad mejora el sistema inmunitario de los niños y niñas?

 


1. Planificación urbana, movilidady salud


Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) nuestro estado de salud está condicionado en casi un 25% por el entorno en que vivimos. Las personas que viven y los niños que crecen en contextos urbanos están cada vez más expuestos a altos niveles de contaminación atmosférica y acústica, a una reducción de la actividad física y a un contacto restringido con la naturaleza. La urbanización continúa, y se espera que hasta un 70% de la población viva en áreas urbanas dentro de los próximos 15 a 20 años. El empleo, la innovación y la creación de riqueza siguen siendo los motores del aumento de la población de las ciudades.

En torno al 85% del espacio viario de las ciudades españolas está reservado a la movilidad y el transporte (coches, autobuses, taxis, bicis y peatones), mientras que las áreas con prioridad para el peatón no superan el 15%. La ciudad de Madrid dedica el 80% del espacio público al vehículo privado, aunque éste representa únicamente el 30% de los desplazamientos. Otras ciudades como Barcelona o Lugo, dedican entre un 60-70% y un 46% de su espacio público al tráfico motorizado y espacios de aparcamiento, respectivamente. Este reparto es insostenible y no equitativo en términos ambientales y de salud. En la situación actual de pandemia se hace imprescindible su redistribución junto con la promoción de una movilidad sostenible, segura y justa.


La manera en cómo se diseña y se gestiona el espacio público puede tener impactos

significativos no solo en la salud y el bienestar, sino también en el aprendizaje, y puede influir en la cohesión social y los problemas de equidad en las comunidades. Los espacios públicos se pueden diseñar como espacios naturales y pacificados para proporcionar la restauración y reducción del estrés, promover la actividad física, el juego y fomentar la experimentación, la creatividad y las habilidades críticas de manera sostenible (Figura 1).


 

Figura 1. Marco Conceptual de los vinculos entre la salud y el entorno urbano (Fuente, Nieuwenhuijsen 2018).

 

En las ciudades españolas, el tráfico rodado es la principal fuente de contaminación del aire, que es la causa de algunas de nuestras enfermedades más comunes como el cáncer de pulmón, ictus y enfermedades respiratorias, entre otras. Pero, si el contacto con los contaminantes del aire se da en los pulmones ¿cómo llegan los contaminantes al cerebro y otros órganos del cuerpo? Sabemos que las partículas de aire contaminado atraviesan la barrera de los pulmones y navegan por el torrente sanguíneo hacia otros órganos como los riñones, corazón, cerebro y huesos, donde son detenidas por otros filtros o atacadas y almacenadas por nuestro sistema inmunitario. Este cúmulo de partículas extrañas genera una pequeña inflamación crónica perjudicial para nuestro organismo (Figura 2). Recientemente, se ha observado que estas partículas de aire contaminado también pueden llegar a la placenta y al feto, e incluso a nuestro cerebro (Bové H. et al. 2019).


 

Figura 2. Impacto de la contaminación del aire en nuestra salud (Fuente, ISGlobal. Informe digital ciudadesquequeremos.isglobal.org).

 

El tráfico rodado contribuye también de manera significativa a la contaminación acústica. En la Unión Europea (UE), el ruido proveniente del tráfico es el factor ambiental más perjudicial para la salud después de la contaminación atmosférica (Hänninen et al., 2014). Las guías más recientes de la OMS (2018) establecen recomendaciones para niveles de exposición más bajos que en las guías anteriores, y las separa según las fuentes de emisión. Para el tráfico rodado la recomendación es de menos de 53 decibelios (dB) de media durante 24 horas y menos de 45 dB por la noche, para el ruido ferroviario es de menos de 54 dB y 44 dB, y para el ruido proveniente del tráfico aéreo es de menos de 45 dB y 40 dB, respectivamente. Es necesario separar las fuentes de ruido ya que tienen características diferentes, y por tanto pueden dar lugar a diferentes efectos en la salud. Los valores actuales de exposición a ruido recomendados por la EU, basadas en guías anteriores de la OMS, son más altos: menos de 55 dB para la media en 24 horas, y menos de 50 dB durante la noche. En la UE un 20% de la población (1 de cada 5 personas) está expuesta a niveles de ruido ambiental durante todo el día que superan las recomendaciones europeas (EEA, 2020).


Diversos estudios han demostrado que la exposición a ruido se relaciona con estrés/molestia, trastornos del sueño, problemas cardiovasculares, diabetes y obesidad, muertes prematuras y deterioro de la función cognitiva. Los mecanismos relacionados con estos problemas de salud tienen que ver con alteraciones hormonales y del sistema nervioso autónomo, que se derivan del estrés percibido (molestia) y no percibido (fisiológico) como resultado de la exposición crónica al ruido ambiental. Diversos estudios sugieren también el ruido como un factor de riesgo de problemas de atención y comportamiento (Forns J et al. 2016). En la UE el número de personas al año que ven afectada su salud por exposiciones superiores a los 55 dB son: 22 millones por estrés psicológico (molestia severa), 6.5 millones por trastorno severo del sueño, 48 000 por enfermedades coronarias, 12 000 muertes prematuras, y 12 500 niños/niñas con afectación del desarrollo cognitivo por la exposición a ruido de tráfico aéreo mayor a 40 dB durante el día (EEA, 2020), que puede ser una de las causas prevenibles de sordera infantil según la OMS. A nivel más local, en la ciudad de Barcelona, por ejemplo, la exposición a ruido por encima de las recomendaciones se ha visto como uno de los principales factores relacionados con la cantidad de morbilidad (es decir, estado de enfermedad, mala salud o discapacidad) en la población, especialmente con trastornos del sueño e irritación (Mueller et al. 2017a).


El ruido ambiental es por tanto un problema mayor de salud pública. Son necesarias intervenciones y límites legales en la EU, así como más estudios epidemiológicos, ya que los efectos en la salud podrían ser mayores de lo investigado hasta el momento, y los actuales límites de exposición según la OMS son más bajos y específicos.


En las áreas urbanas o metropolitanas, los edificios, carreteras y zonas de aparcamiento construidas con materiales que absorben y almacenan calor han reemplazado las áreas verdes o espacios naturales abiertos, haciéndolas significativamente más cálidas que las rurales. Este efecto se conoce como “isla urbana de calor” que se agrava con la contaminación atmosférica provocada por vehículos y actividades industriales, y representa uno de los cambios más significativos sobre la superficie climática de la Tierra debido a la acción humana relacionada con las prácticas de planificación urbana y transporte (Figura 3). Este fenómeno ha incrementado, e incrementará, con el cambio climático.


 

Figura 3. Islas Urbanas de calor y como afectan a la salud (Fuente: ISGlobal).

 

La exposición a temperaturas elevadas está asociada a un aumento de la morbilidad y la mortalidad prematura, especialmente en niños y niñas y personas mayores. En la ciudad de Barcelona, por ejemplo, se han estimado cerca de 400 muertes prematuras anuales debidas a exposiciones a temperaturas que superan las recomendaciones de las guías internacionales por los niveles de exposición (Mueller N et al.2017b).


Cada vez más, en las ciudades europeas, los criterios de sostenibilidad orientan la planificación de la movilidad para lograr un equilibrio entre las necesidades de movilidad y accesibilidad a los servicios básicos del entorno urbano. El objetivo es que los ciudadanos puedan disfrutar de su localidad, con desplazamientos seguros y que ahorren tiempo y energía, a la vez que se favorece la protección del medio ambiente, la cohesión social y el desarrollo económico. Un claro ejemplo es el modelo de “la ciudad de 15 minutos” o ciudades de proximidad, en el que ya se han fijado ciudades como París, Valencia o Bilbao, que apuesta por una ciudad descentralizada donde los servicios básicos - vivienda, trabajo, salud, educación, ocio y abastecimiento - se pueden cubrir a 15 minutos caminando o en bicicleta. De esta manera se mejora sustancialmente la calidad de vida y la salud, ya que suponen la reducción de la principal fuente de contaminación urbana, que son los desplazamientos en vehículo privado. Un aumento de los niveles de actividad física, promociona la interacción social y la integración del comercio de proximidad.


En este contexto, los cambios hacia unas ciudades más sostenibles y próximas tienen una dimensión global que se vincula con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030 de las Naciones Unidas, aprodaba en el 2015, y que guía el desarrollo de la sociedad global en la próxima década. En concreto, estos cambios se alinean con el ODS11-Ciudades y Comunidades Sostenibles y todos aquellos hitos enfocados a mejorar la calidad de la vida en las ciudades, la proximidad y equidad de sus servicios, espacios y equipamientos públicos.



2. Entornos Urbanos Naturales: Los Beneficios para la Salud de los Espacios Verdes y Azules


Nuestro sistema nervioso necesita el contacto con la vegetación y el agua, elementos importantes para la supervivencia. El contacto con la naturaleza es esencial para el desarrollo psicológico del ser humano. La estrecha relación de millones de años de la especie humana con su entorno ha generado una necesidad emocional profunda de estar cerca de otros seres vivos, ya sean plantas o animales (Kellert SR &Wilson EO 1995). La evidencia científica relacionada con los beneficios en la salud y el bienestar de los espacios naturales, espacios verdes y azules, ha crecido en los últimos años impulsada por un interés emergente en el impacto que la biodiversidad y la función de los ecosistemas tienen en la vida en áreas urbanas.


El espacio verde urbano se define como todo espacio urbano (parques, jardines, bosques) cubierto por vegetación de cualquier tipo (árboles, césped, arbustos y flores), en terreno púbico y privados independientemente de su tamaño y función.


Los espacios azules se definen como superficies de agua visible naturales (lagos, ríos, arroyos, mar) o artificiales (fuentes, estanques de los parques). El contacto con el entorno natural, ya sea mediante espacios verdes o medios acuáticos, afecta positivamente a la salud física y mental tanto de adultos como la de los más pequeños (Figura 4).


 

Figura 4. Beneficios de los Espacios Naturales para la Salud. (Fuente: ISGlobal).

 

Se ha visto que, independientemente del grado de urbanización, el hecho de disponer de espacios verdes alrededor se relaciona con una mejor percepción del propio estado de salud general y una mejor salud mental, probablemente debido a la reducción del estrés que proporcionan (Triguero-Mas et al. 2015). También se ha observado que vivir en zonas con mayor cantidad de espacios verdes reduce la mortalidad, principalmente por enfermedades cardiovasculares (Gascon M et al. 2016). Un aumento del 0.1 en el índice de vegetación próxima al lugar de residencia puede suponer una reducción del 4% en la mortalidad por todas las causas (David Rojas-Rueda et al. 2019). Los espacios verdes se han asociado además con una mejora de la salud respiratoria, reducción de la obesidad (Tischer al., 2017; Bell et al. 2008), una mejor salud mental y apreciación de la naturaleza en la edad adulta (Preuß M et al. 2019). Se ha visto también que la exposición a espacios verdes tiene, a medio-largo plazo, un papel en la prevención del síndrome metabólico (obesidad, hipertensión y niveles altos de azúcar y grasa en sangre), especialmente en aquellos lugares con más árboles (de Kaiser et al. 2019).


Todos estos beneficios para la salud están probablemente explicados por factores como la mejora de la calidad del aire, la reducción de la temperatura y el estrés térmico, incremento de la actividad física, la sensación de recuperación y la interacción social (Janssen et al. 2015) (Hunter R. F 2015). En resumen, nuestra salud y la del planeta dependen del diseño de las ciudades. La vida urbana plantea desafíos que exigen repensar la forma en que planificamos los entornos urbanos. Las #CiudadesQueQueremos son ciudades hechas para las personas: lugares donde vivir bien y estar sanas (Figura 5).


 

Figura 5. Las cinco claves para unas ciudades saludables. #CiudadesQueQueremos (Fuente: ISGlobal).

 


3. Las Ciudades Naturalizadas Secuestran CO2, Mitigan el Calor, la Contaminación del Aire, los Niveles de Ruido y Promueven la Cohesión Social


Las ciudades reconocen que se enfrentan al impacto del cambio climático en su desarrollo, y la práctica de programas de planificación urbana dirigida a diseñar entornos más naturalizados se hace cada vez más generalizada. Sin embargo, un aspecto importante a tener en cuenta a la hora de planificar espacios más naturalizados en las ciudades es a quienes benefician.


Los espacios verdes son una parte importante de los espacios públicos abiertos y servicios comunes proporcionados por una ciudad, y deben servir como un entorno de promoción de la salud para todos los grupos de comunidad y estar distribuidos equitativamente dentro de la ciudad. Por tanto, es necesario garantizar que los espacios verdes públicos sean de fácil acceso para toda la población. Muy a menudo, los contextos de reurbanización y naturalización de las ciudades están ligados al desplazamiento de los residentes socialmente más vulnerables, en favor de aquellos con mejor nivel educativo, ingresos y estado de salud. Este proceso de “gentrificación verde” genera patrones de distribución desigual de espacios y recursos naturales con gran valor social (Cole HV et al. 2019). La investigación relacionada con espacios verdes considera múltiples componentes, como los aspectos sociales y ecológicos, debido a la complejidad de cómo se integran (Alberti, 2008). Esto es particularmente relevante en las ciudades, donde los componentes sociales y ecológicos, incluidos los espacios verdes, están bajo presiones asociadas con la urbanización.

En los últimos años, para dar respuesta a los nuevos retos sociales se ha dado forma al concepto Soluciones de Salud Basadas en la Naturaleza (Nature-Based Solution-NBS), definidas como soluciones sostenibles enfocadas a implicar a las personas en experiencias basadas en la naturaleza con el objetivo específico de conseguir mejorar la salud y el bienestar físico, psíquico y social. Un estudio que identificó una amplia gama de NBS concluye con un llamamiento a la investigación para identificar los factores que influyen en la efectividad de las NBS para mejorar la salud y el bienestar (Shanahan DF et al. 2019).

Las soluciones basadas en la naturaleza pueden servir como herramientas de mitigación y adaptación al cambio climático puesto que generan beneficios adicionales para el bienestar de la sociedad y, por tanto, constituyen una buena opción de inversión para una planificación urbana sostenible, adaptable a espacios públicos como las escuelas que acoge a parte de la población más vulnerable (Kabisch N et al. 2016). Una planificación urbana efectiva y basada en evidencia científica para reducir el efecto isla urbana de calor, y por tanto la temperatura, tiene que proporcionar estrategias de mitigación diversas con agua y vegetación, puesto que los elementos de agua tienen un papel importante en las dinámicas de la temperatura de la superficie (Gupta N et al. 2019). Por ejemplo, plantar árboles alrededor de las masas de agua ayuda a obtener el máximo beneficio de las masas de agua puesto que aumenta su potencial de refrigeración del aire (Emmanuel MR et al. 2005). Esta visión supone un cambio en el planteamiento de la naturaleza, desde el papel de la salud pública en el tratamiento y prevención de problemas de salud, y no solo como un factor de riesgo (Douglas I 2012; Shanahan DF et al. 2015).


El verde urbano ayuda también a reducir los niveles de contaminación atmosférica, en concreto los niveles de partículas en suspensión (PM, en inglés) mediante deposición seca en la superficie de las hojas. La capacidad de ciertas especies de árboles para retener contaminantes del aire podría explicar, en parte, la mejora de la salud mental y cognitiva observada en algunos estudios. En Estados Unidos llevan años investigando al respecto; por ejemplo, un estudio realizado en 55 ciudades estimó el total de contaminación del aire (ozono, PM, NO2, dióxido de azufre y monóxido de carbono) eliminada por los árboles urbanos en 711 000 de toneladas al año, y una reducción de 850 muertes al año y más de 670 000 casos de episodios respiratorios agudos (Novak DJ et al. 2006). Más recientemente, el Ayuntamiento de Madrid cuantificó, por primera vez en el 2018, que la contaminación absorbida por los 5.7 millones de árboles del municipio (pino piñonero, plátano de sombra y encina) evita más de 3 600 casos de asma y 4 000 síntomas respiratorios agudos, generando un ahorro de 25.7 millones de euros al año (El País 2018).


La proximidad de los espacios verdes a las personas es un factor que influye en la efectividad de la planificación del verde urbano para reducir las concentraciones de partículas y la temperatura, la mayor mitigación se da cuando los árboles están a menos de 300 metros de las personas (o de zonas residenciales, escolares, etc.). Tener acceso a espacios verdes y públicos abiertos se asocia con el aumento en la actividad física, mayor calidad de vida, satisfacción con la vida, cohesión social, reducción del estrés, restauración y mejor salud física y mental (Gascon et al. 2016, 2015; Holland et al. 2007; Hooper et al. 2018; Sugiyama et al. 2010). Los espacios verdes y públicos abiertos favorecen que las personas se detengan, se queden y reúnan en un terreno neutral para actividades y encuentros sociales y culturales planificados y no planificados, lo que puede ayudar a estimular un sentido de comunidad y pertenencia, contribuyendo así a la cohesión social (Crowhurst Lennard 2018; Giles-Corti et al. 2016).


La implementación de espacios verdes es también una estrategia efectiva para mitigar la contaminación por ruido. Por un lado, reduciendo el espacio público dedicado a los vehículos motorizaros y, por tanto, reduciendo la principal fuente de emisión de ruido que es el tráfico rodado. Por otro lado, haciendo de pantalla natural que amortigua el ruido, especialmente la combinación de arbustos con árboles de hoja perenne que mantiene las hojas durante todo el ciclo anual, logrando así la mitigación de ruido en todas las estaciones (del Carmen M. et al. 2019), y los muros verdes (Wong HM et al. 2010). Substituir carreteras urbanas y zonas de aparcamiento por soluciones basadas en la naturaleza es el enfoque para guiar una planificación urbana hacia el cambio de un entorno perjudicial para la salud por uno beneficioso. Son muchas las ciudades que se están naturalizando, aumentando su espacio verde mediante el desarrollo de corredores verdes, la creación de nuevos parques y la “verdificación” de paredes, muros, cubiertas de edificios y escuelas, para adaptarse al cambio climático, mejorar la habitabilidad, aumentar el atractivo de los vecindarios y mejorar la salud.


Para hacer las ciudades más cómodas y funcionales, el papel de los árboles es vital en un mundo en calentamiento continuo. El enfriamiento del aire debido a la cubierta vegetal de los árboles en la ciudad ayuda a hacer el verano más soportable. Los beneficios de los árboles se pueden medir no únicamente como mejora en salud y la calidad del aire, sino también de la economía. En Londres, por ejemplo, se ha estimado que la presencia de árboles contribuyó a ahorrar unos 6.5 millones de euros en 2018, ya que los árboles con sombra significan menos aire acondicionado y una mayor productividad en el ámbito laboral en los meses de verano (Blomerg CityLab, 2020). Otro ejemplo de la adaptación y contribución en la planificación urbana de las soluciones basadas en la naturaleza es la instalación de techos verdes instalados en la Ciudad de Utrecht en más de 300 paradas de autobús, que capturan partículas finas de la contaminación del aire, almacenan agua de lluvia y proporcionan enfriamiento durante los meses de verano (The Guardian, 2020).

Los muros o fachadas verdes, también conocidos como jardines verticales o paredes vivas, son otro de los elementos verdes efectivos para mitigar los efectos del calor y mejorar el confort térmico. Se definen como un sistema de plantación vertical que incluye un sustrato integrado, plantas vivas y, en algunos casos, un sistema de riego automatizado. Las paredes o fachadas verdes aportan un beneficio más grande para el confort térmico de las personas que los techos verdes, puesto que actúan como capa aislante de los edificios y otras superficies, reduciendo la absorción y el almacenamiento de calor. Estas temperaturas superficiales más bajas hacen que se genere menos energía que irradia de la pared y, por tanto, se produzca una ventaja de confort térmico reduciendo las temperaturas radiantes medianas (Lindberg F et al. 2011).


Con respecto a los espacios azules, el interés para investigar su relación entre los posibles beneficios para la salud se ha ido incrementando en los últimos años, aunque la evidencia científica es todavía limitada y poco concluyente (Gascon et al. 2015, Triguero-Mas et al. 2015). Por tanto, hacen falta más estudios que evalúen los beneficios en salud, así como los mecanismos que ayuden a entender la relación entre los espacios azules y los beneficios en salud. Algunos estudios han encontrado una relación entre una mejor salud general y salud mental, mejor sensación de recuperación (sentirse tranquilo, relajado, revitalizado y refrescado) y vivir cerca de la costa (Alcock et al. 2015; Wheeler et al. 2012; White et al. 2013). También se ha encontrado que las caminatas cortas de 20-30 minutos en ambientes donde hay agua pueden beneficiar tanto el bienestar como el estado de ánimo (Vert et al. 2020). Se ha visto también que la actividad física al aire libre, y especialmente andar, explica solo una parte de los beneficios para la salud y el bienestar asociados con vivir cerca de la costa. Por tanto, es necesaria más investigación para encontrar qué otros mecanismos lo pueden explicar (Pasanen et al. 2019). Se ha demostrado también una correlación clara entre la proximidad a estructuras de agua y mejores indicadores de salud física y psicológica. Pasar tiempo cerca del agua favorece la actividad física reduciendo la incidencia de diabetes y otras enfermedades asociadas a la obesidad (Pearson et al. 2017).


Ante la escalada imparable de las temperaturas durante las, cada vez más avanzadas e intensas, olas de calor, las ciudades han implementado diferentes estrategias con estructuras de agua para refrescar los espacios urbanos: lagos artificiales, incrementando las fuentes para beber, habilitando fuentes para el baño o que pulverizan agua, así como instalando áreas de entretenimiento o de juego acuático sin profundidad (splashpads). Estas últimas han mostrado que contribuyen a generar un cambio en los hábitos de juego de los niños y la comunidad, generando un ambiente fresco, inclusivo, estimulante y seguro al alcance de todo el mundo donde refrescarse durante las épocas más calurosas. Las fuentes pueden reducir la temperatura del aire circundante en 3 °C y se puede notar su efecto de enfriamiento hasta 35 metros. Los elementos de agua tienen la habilidad de ajustar el microclima de su alrededor (Jin H 2017), enfriando por evaporación y reduciendo así el efecto calentador “isla urbana de calor” (Gupta N et al. 2019; Lay D et al. 2019). A diferencia de las grandes masas urbanas, donde la absorción de calor es muy considerable, las fuentes son una estrategia efectiva para generar micro-climas en zonas relativamente más pequeñas como los patios escolares.

Para que se produzca el enfriamiento, el elemento de agua tiene que estar activo, mezclando agua y aire para favorecer la evaporación y un efecto de enfriamiento. Una fuente que rocía agua al aire se enfría de manera más eficaz. Este enfriamiento genera un ambiente fresco, de calma, estéticamente agradable que puede contribuir a mejorar el bienestar físico y mental, potenciar la creatividad, la actividad física y mejor la calidad del sueño. Una de las ventajas de las fuentes de agua es el sonido con el que fluye el agua, que puede proporcionar relajación y aliviar el estrés (van Praag 2017), así como su estética que genera un entorno agradable. El agua que se mueve enfría el aire, reduce el ruido, gusta y atrae. Se ha demostrado que el sonido del agua corriente es eficaz en la reducción de las hormonas de estrés epinefrina y cortisol, que se asocian a muchas enfermedades para la salud cuando los niveles son altos.

Así mismo, el agua que fluye libera iones negativos que purifican el aire y pueden tener efectos positivos. Los aparatos de aire acondicionado y otros elementos electrónicos agotan iones negativos del aire, pero las fuentes y las cascadas los vuelven a introducir. Estos iones negativos se cree que aumentan los niveles de neurotransmisores, como la serotonina, que promueve el estado de ánimo, la sensación de tranquilidad, aumenta la energía, la alerta y la concentración (Nichols WJ 2014; Kiell PJ 2016). Las fuentes también tienen efectos sociales: los niños juegan en las fuentes y la gente disfruta de fuentes en los parques y plazas sirviendo de lugares de encuentro. Se ha demostrado que aumentar la exposición del tiempo escolar a los espacios azules, ya sea a través de la recreación o simplemente teniendo en cuenta los espacios azules próximos, puede ser un escenario importante para la promoción equitativa de la salud (Pearson et al. 2017) y beneficia la interacción social.



4. El Entorno Escolar y el Camino a la Escuela Seguros y Saludables: Beneficios en la Salud Infantil


El modelo de planificación urbana y transporte, centrado en una densa edificación y en ceder espacio público al vehículo privado motorizado, ha generado una limitación en la autonomía de desplazamiento de los niños y niñas a la escuela, y un aumento de la percepción de peligro por parte de las familias que tienden, en general, el desplazamiento a la escuela en vehículo privado motorizado. Los efectos generados sobre el entorno más habitual en la vida de niños y niñas, el entorno escolar, necesitan ser visibilizados y tienen que ver con cómo el uso del espacio público y la calidad del aire condicionan su salud, desarrollo físico, el de su cerebro y la maduración de habilidades psicológicas y de aprendizaje básicas.

Por un lado, el aumento de desplazamientos a la escuela en vehículo privado supone una falta de actividad física. En España la prevalencia de sobrepeso en menores está alrededor del 40%, siendo uno de los países europeos con mayor problema de obesidad infantil. La obesidad en menores se relaciona con otros síntomas y enfermedades crónicas como el asma, la diabetes tipo 2, apneas de sueño, problemas cardiovasculares o de huesos, y aumenta el riesgo de padecer baja autoestima, depresión y aislamiento social. El desplazamiento activo a los centros escolares, y la actividad física en el entorno del barrio, deberían incluirse en ejercicio mínimo diario necesario para reducir el sedentarismo que está directamente vinculado al sobrepeso infantil. Por otro lado, aparte de suponer menos niños y niñas caminando, el desplazamiento a la escuela en transporte privado genera más tráfico, más atascos a la entrada de los colegios, un entorno escolar menos seguro, con más ruido y peor calidad del aire.


La contaminación del aire provoca asma infantil y un crecimiento cognitivo más lento, entre otras afecciones. No hay etapa de la vida, órgano o sistema del cuerpo que no se vea afectado por la contaminación ambiental, sin embargo, la etapa prenatal y la primera infancia son las etapas de la vida más vulnerables frente a esta exposición al aire tóxico, ya que perjudica el desarrollo del cerebro, la salud respiratoria y supone un mayor riesgo de desarrollar enfermedades crónicas en el futuro. Por ejemplo, recientemente un estudio realizado en 915 niños y niñas de 6 a 15 años en Alemania, concluye que la exposición a niveles altos de contaminación del aire en la infancia puede afectar el desarrollo de la función pulmonar en los niños hasta la adolescencia (Zhao Q. et al. 2020).

Los niños y las niñas son particularmente vulnerables a la exposición ambiental ya que todavía están en desarrollo. Además, debido a sus distinciones fisiológicas (por ejemplo, alta frecuencia respiratoria) y de comportamiento (por ejemplo, alta actividad física), los niños pueden recibir dosis más altas de contaminantes del aire que los adultos. Las exposiciones altas y durante poco tiempo pueden suponer impactos especialmente importantes en la salud de los niños y niñas. A nivel mundial el 93% de todos los niños y niñas respiran aire que no cumple con los estándares de la OMS, lo que supone 600 000 muertes infantiles prematuras cada año. En la ciudad de Barcelona, por ejemplo, se ha visto que casi el 50% de los casos de asma infantil se debe a la contaminación del aire (Pierangeli I, 2020).


El proyecto BREATHE (BRain dEvelopment and Air polluTion ultrafine particles in scHool childrEn), liderado por ISGlobal, es el estudio epidemiológico más grande en la población general que evaluó si la exposición de los niños y niñas a los contaminantes del aire relacionados con el tráfico en el entorno de las escuelas afecta negativamente el desarrollo cognitivo (Sunyer et al., 2015). La clave de BREATHE es la evaluación directa de la exposición en las aulas escolares y los patios de recreo de la escuela, y el estudio de las trayectorias de las funciones cognitivas mediante exámenes repetidos y la inclusión de neuroimágenes.

Más de la mitad de los contaminantes diarios que respiran los niños y niñas procede del tráfico que hay en el camino hacia la escuela y alrededor del propio entorno escolar (Rivas I. et al. 2016). En general, los niveles interiores y exteriores de las escuelas siguen la tendencia de las estaciones que miden la contaminación de fondo de la ciudad (estaciones de fondo urbano). Sin embargo, los niveles en la escuela pueden ser más altos o más bajos que en la estación de fondo, dependiendo de las condiciones del tráfico en las calles específicas que rodean la escuela, lo que confirma la existencia de infiltración en las escuelas y la influencia de las emisiones del tráfico. Esta exposición, concretamente a partículas suspendidas en el aire (PM2.5) y el carbono negro, perjudica la memoria de trabajo, la concentración (Álvarez-Pedrerol M, 2017) y el desarrollo cognitivo (Sunyer J, 2017; Forns et al. 2017) de los niños y niñas. Uno de los estudios, llevado a cabo en 39 escuelas de Barcelona, encontró que en las escuelas en entornos con mayor cantidad de vegetación la concentración de contaminantes provenientes del tráfico (NO2, Partículas ultrafinas-UPF, y partículas en suspensión PM2.5) fue menor, tanto en el interior de las clases como en el exterior, especialmente en las que tenían mayor número de árboles (Rivas et al. 2018). También se ha encontrado que los niños y niñas de escuelas con mayor contaminación del aire podrían tener mayor riesgo de sobrepeso y obesidad que las de entornos menos contaminados (de Bont et al. 2019). Desplazarse a pie o en bicicleta en el camino a la escuela permite integrar la actividad física como hábito diario y representa beneficios para la salud superiores a los perjuicios causados por la contaminación atmosférica. Escoger caminos escolares con calles menos contaminadas potenciaría estos beneficios (Mueller et al. 2015).


Dado que los niños y niñas pasan una cantidad sustancial de su día en las aulas y patios escolares, los entornos escolares son de los espacios urbanos más cruciales para asegurar su salud, bienestar, el aprendizaje efectivo (Silvers et al. 1994; Dorizas et al. 2013) y gestionar las respuestas conductuales, entre otras habilidades. Es importante garantizar una buena calidad del aire en el entorno escolar para el beneficio de los niños y la salud pública. Por tanto, se necesita una caracterización adecuada de los contaminantes del aire en las escuelas y sus efectos de salud asociados sobre la cognición para identificar y orientar las acciones preventivas que minimicen el impacto de la contaminación del aire.


Los espacios públicos, como los entornos escolares, son una oportunidad para recuperar la conexión con la naturaleza, implementando intervenciones verdes y azules para una promoción de la salud equitativa, cubriendo diferentes niveles socioeconómicos de los barrios, y atenuar los efectos de la “gentrificación verde”. Aprovechar los patios y edificios de las escuelas públicas, también con pocos espacios verdes, como punto de actuación para plantar más árboles, construir paredes verdes que generen sombras, e incrementar la presencia de agua (fuentes, zonas de juego con agua), es una buena estrategia para combatir el calor, los efectos del cambio climático y la contaminación del aire de manera equitativa. Estas adaptaciones tendrán un impacto positivo tanto en la cohesión social como en la salud y bienestar físico y mental de los niños y niñas y del resto de ciudadanos para los cuales estos espacios se hacen accesibles.


Distintos estudios han demostrado que el verde urbano es beneficioso para la salud mental y cardiovascular, así como para el neurodesarrollo en niños y niñas. Aun así, todavía hay la necesidad de estudios científicos para evaluar los efectos en salud de las intervenciones con vegetación, y especialmente con agua y adaptaciones de edificios en espacios públicos como las escuelas. La mayor parte de los estudios existentes con niños se han centrado en los beneficios que aportan la cantidad de elementos verdes en el entorno exterior de la escuela (Chawla et al. 2015) en cuanto a aumentar los niveles de actividad física, el juego imaginativo, el desarrollo de relaciones positivas, como lugar de aprendizaje, restauración de la atención, mejora general de la salud (Shanahan DF et al. 2019), mejor rendimiento, bienestar psicológico y reducción del estrés (Wu C et al. 2014; Kelz et al. 2017). La evidencia científica demuestra que el contacto con entornos naturales estimula la creatividad y tiene una influencia en el desarrollo cognitivo en los niños (Dadvand et al. 2015; Bowler et al. 2010). De hecho, el simple hecho de poder ver vegetación desde el interior del aula aporta beneficios a nivel cognitivo, de recuperación del estrés y de la fatiga mental (Li et al. 2016). Se ha visto también que las “dosis de naturaleza”, como andar 20 minutos por un parque, mejora el nivel de concentración en niños y niñas con déficit de atención (Fjørtoft I, et al. 2009).


Los mecanismos que hay detrás de los efectos restauradores de la vegetación y la naturaleza se han descrito previamente en dos marcos teóricos: el Attention Restoration Theory-ARTE (Kaplan R et al. 1989; Kaplan S 1995), y el Stress Recovery Theory-SRT (Ulrich, 1983; Ulrich et al. 1991). Estas dos teorías apoyan la idea de que la vegetación puede contribuir a un entorno escolar restaurador que apoye tanto el funcionamiento cognitivo como el afectivo de los niños y niñas. La ARTE afirma que la vegetación invoca la atención involuntaria, de forma que permite dedicar la atención directa al descanso y la restauración. Según la teoría SRT, las reacciones psicofisiológicas y restauradoras de las plantas reflejan un mecanismo evolutivo, la función del cual era guiar y apoyar a nuestros antepasados en el proceso de búsqueda de alimentos, agua y refugio. En relación a la teoría SRT, por ejemplo, un estudio con 800 estudiantes de 13 universidades holandesas demostró que los estudiantes preferían los espacios, exteriores e interiores, con vegetación, y que también esperaban que el espacio verde exterior tuviera una mejor función como restaurador del bienestar psicológico (Dzhambov AM et al. 2018).

Para hacer un uso eficaz del aire libre, los centros educativos tienen que proporcionar a los niños el acceso al medio natural, y a los profesores que les ayuden a desarrollar una relación con la naturaleza. Una experiencia reciente en 5 escuelas de primaria de Holanda concluyó que la incorporación de elementos verdes al patio (colinas con hierba, túneles hechos con ramas, arbustos, piezas de jardín o árboles) tiene un impacto positivo en la restauración de los niveles de atención, el bienestar social, la apreciación del patio y estimula los niveles de actividad física (van Dijk-Wesselius et al. 2018). Otro estudio en dos escuelas de Noruega demostró que, durante la hora del patio, las zonas de asfalto favorecieron más la actividad física en los niños que en las niñas puesto que invita a correr y jugar a fútbol, en cambio el patio escolar rural, que permitía jugar en un pequeño bosque, era más atractivo para las niñas que los niños (Fjørtoft I et al. 2009). Recientemente, un estudio realizado en Finlandia ha demostrado que transformar las áreas de juego en pequeños espacios naturales de biodiversidad mejora considerablemente el sistema inmunitario de los niños y niñas en muy poco tiempo, ya que habían desarrollado mayor diversidad de microbios protectores (microbionta) en su piel e intestinos que los niños y niñas cuyos espacios de juego no fueron naturalizados (Roslund MI et al. 2020). Además, la vegetación en los patios y entornos escolares, en general, puede proporcionar beneficios tan relevantes como la reducción de la contaminación acústica, la temperatura, el ahorro energético, la mejora de la biodiversidad y un valor estético (Abhijith et al. 2017).


En la década de 2020 veremos un desplazamiento más activo de los niños a la escuela y la prohibición de dejar a los niños en automóviles. Las áreas alrededor de las escuelas estarán protegidas, lo que conducirá a niños más sanos e inteligentes. En este sentido, el Centro Nacional de Educación Ambiental (CENEAM), coordina el grupo de trabajo Seminario de Movilidad e Infancia formado por profesionales del urbanismo, la educación, la gestión de la movilidad, la seguridad vial y la salud pública, y representantes de diferentes administraciones, universidades y centros de investigación, consultoras y organizaciones ciudadanas (ambientalistas, de voluntariado, educativas…), implicados en el desarrollo de políticas y programas orientados a promover la movilidad activa, segura y autónoma de la infancia. El grupo propone un decálogo de medidas para que los entornos de los centros escolares se conviertan en áreas de protección de la salud de la infancia:

Instalaciones de los propios centros escolares:


1. Sustituir las zonas de aparcamiento que se encuentren dentro del recinto escolar por áreas estanciales y de juego.


2. Reservar en todos los recintos educativos un espacio seguro para el aparcamiento de bicicletas, patines y patinetes para incentivar la movilidad activa al centro.

3. Revegetar los patios escolares con arbolado y plantas que proporcionen sombra, frescor y color a estos espacios, mejoren la calidad del aire y amortigüen el ruido.


Alrededores y accesos a los centros escolares:


4. Limitar el aparcamiento y el tráfico en las calles del entorno y, muy especialmente, en las inmediaciones de las entradas a los centros.


5. Vigilar y hacer cumplir estrictamente la normativa vial a la entrada y salida de estudiantes para que el entorno escolar sea un espacio seguro y de convivencia.

6. Priorizar la movilidad peatonal y ciclista en el viario del entorno escolar, creando corredores de acceso libres de coches, fomentando la presencia de vegetación y agua, y promoviendo zonas estanciales, de encuentro y de juego en el espacio público próximo a los centros.


Planificación urbanística:


7. Integrar, en la redacción de los documentos de planificación urbanística municipal, medidas para fomentar entornos escolares seguros y saludables.

8. Incorporar, en los Planes de Movilidad Urbana Sostenible (PMUS), medidas específicas de limitación y pacificación del tráfico en los entornos escolares.

9. Promover un cambio generalizado hacia el modelo de “Ciudad 30” para reducir la velocidad del tráfico en todo el viario urbano.


Zonificación escolar:


10. Priorizar la proximidad al centro escolar como criterio básico del área escolar, en beneficio de la infancia y de toda la comunidad, revirtiendo la implantación de “zona única de escolarización” que tan negativamente influye en el incremento de desplazamientos motorizados diarios.


Muchas ciudades han comenzado a planificar la introducción de medidas para mejorar la calidad del aire en el entorno escolar. Londres es un buen ejemplo, con uno de los planes más ambiciosos para mejorar la calidad del aire. Además de presentar la primera Zona de Emisiones Ultrabajas (ULEZ) del mundo en abril de 2019 en el centro de Londres, el alcalde de Londres anunció que se evaluarán 50 escuelas primarias ubicadas en áreas que exceden los límites legales de NO2 para identificar intervenciones clave para reducir la exposición de los niños, mientras se lleva a cabo un programa educativo de concienciación sobre la contaminación en cada escuela.


En el contexto estatal, ciudades como Castellón, Valencia o Barcelona han puesto en marcha recientemente proyectos urbanos para garantizar entornos escolares más seguros y saludables. El proyecto piloto de Castellón tiene como objetivo limitar el acceso del vehículo privado al entorno escolar cortando las calles de las zonas próximas a las entradas y salidas. El ayuntamiento de Valencia creará “espacios colchón” en los entornos de las escuelas infantiles y de primaria, cediendo espacio destinado al tráfico de vehículos a espacios peatonales, ampliando aceras, utilizando pintura y mobiliario urbano. La ciudad de Barcelona ha puesto en marcha en 2020 el proyecto “Protegemos las escuelas” (Protegim les escoles) que se implementará hasta el 2023 en 200 escuelas de la ciudad. El objetivo es mejorar los entornos escolares haciendo que sean más saludables y seguros, se respire un aire de más calidad, haya espacios para el encuentro, menos accidentabilidad y ruido. Las actuaciones se basan en tres tipos de medidas: i) pacificación del tráfico (menos tráfico y velocidad reducida), ii) mejora de la habitabilidad (ampliación de espacios verdes y mobiliario urbano público), y iii) visibilidad del espacio (mejora de la señalización y la iluminación).


Por otro, a través del programa PatiosxClima, distintas ciudades de comunidades autónomas como Andalucía, Aragón o Cataluña están llevando a cabo proyectos para (re)naturalizar los patios escolares a través de procesos participativos. El programa tiene como objetivo apoyar la construcción de espacios de aprendizaje naturalizados e integrar la acción por el clima en el currículum de las escuelas, además de contribuir al aumento de la biodiversidad, la resiliencia frente a los efectos del cambio climático, y mejorar las condiciones ambientales a nivel urbano.



Conclusiones


A la vista de la evolución de las ciudades en las últimas décadas, y los riesgos que supone para la salud el entorno generado, es necesario replantear el modelo urbano hacia la renaturalización y la sostenibilidad. Recuperar los espacios públicos para las personas, más verdes, con menos tráfico, más transporte activo, menos ruidosos y con bajos niveles de polución debe ser una prioridad para promover ciudades diseñadas para proporcionar la salud y el bienestar a través de una mejor calidad del aire, la restauración y reducción del estrés, el aumento de los niveles de actividad física, el fomento del juego en los niños y niñas y la interacción social. Es necesario exigir cambios en los patrones de movilidad actuales basado en un uso extensivo de vehículos motorizados privados con el fin de proteger la salud de la ciudadanía, en especial, la de los más vulnerables como los niños y las niñas.


Las escuelas son una oportunidad estratégica de intervención en la ciudad y suponen un espacio de equidad tanto a nivel de salud, social como territorial. Todos los niños de la ciudad van a la escuela, por tanto, si intervenimos en las escuelas, damos la oportunidad a todos los niños de recibir sus beneficios. La participación de la ciudadanía, comunidad educativa, familias, niños y niñas y comunidad científica en la identificación de necesidades, co-creación, implementación y evaluación de soluciones para mejorar el bienestar y la salud en la ciudad y entornos escolares requiere de voluntad y compromiso por parte de las administraciones y de diferentes sectores. Juntos podemos asegurar que nuestras escuelas sean un gran recurso, no solo educativo, sino también de bienestar y salud de toda la comunidad.



Agradecimientos


Agradecemos el apoyo del Ministerio de Ciencia e Innovación de España a través del Programa Centro de Excelencia Severo Ochoa 2019-2023 (CEX2018-000806-S), y el apoyo de la Generalitat de Catalunya a través del Programa CERCA.

Ioar Rivas ha recibido financiación del programa Beatriu de Pinós (2018 BP 00114), financiado por la Secretaria d'Universitats i Recerca (Govern de Catalunya) y por el programa de la Unión Europea Horizon 2020 bajo el acuerdo Marie Sklodowska-Curie No 801370.

Nuestro agradecimiento a la Dra. María Foraster por su colaboración en la revisión y actualización de las recomendaciones para los niveles de exposición a ruido y los daños relacionados con la salud.



Referencias

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